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Chivas 18 me convenció de entrar a los 'blended'

  • Foto del escritor: Diego Montoya
    Diego Montoya
  • 1 may 2019
  • 2 Min. de lectura

Publicado en Revista Credencial, enero 2023


No quisiera estar en el pellejo de un master blender. Garantizar la calidad y constancia de un single malt debe ser ya una tarea titánica; no en vano, los master distillers se ganan el derecho a poner su firma en cada botella. Pero es que ellos —cree uno— pueden hacer trazabilidad de cada variable en la ecuación de inmediato e in situ. En contraste, deberíamos poder reconocer la dificultad inherente a la elaboración de las mezclas de alta calidad, pues, para lograrlas, el master blender es árbitro en la interacción de una infinidad de variables adicionales: primero, se hacen presentes dos o más destilerías con sus líquidos; segundo, pueden jugar dos o más tipos de grano. Y finalmente, se multiplican las particularidades en los procesos de fermentación, destilado y maduración.

¿Quién mantiene, así, el perfil constante de un whisky? En el caso de Chivas, quien lo logra es Sandy Hyslop. “Sandy me ha descrito cómo hacer un whisky de mezcla es como cocinar con ingredientes únicos que, al combinarse, logran algo más complejo”, me dijo Elliot Michael, el británico que recientemente nombró Pernod Ricard en Colombia como embajador de marca tanto para Chivas como para Glenlivet. Él añadió otros argumentos a favor de las mezclas: su precio —usualmente menor al del single malt— y disponibilidad.

Hice el ejercicio de analizar el Chivas 18 años y entendí por qué es tan codiciado en el mercado local. Resumo: en ese trago hay una paradoja agradable de sencillez y complejidad. Sí: es suave. Y sí: sus complejidades tienen lugar en una suerte de superficie olfativa y gustativa. Pero es que lo anterior es, en mi opinión, su virtud, sin que parezca un whisky simplón en lo más mínimo. Muchas veces, lo único que le pedimos al líquido en nuestro vaso es que agrade mucho en nariz y paladar, pero que tampoco despliegue un carácter tan fuerte como para convertirse en el centro de atención de una reunión social.

En esta botella, las maltas de Strathisla y Longmorn, junto con el destilado de grano de Strathclyde —entre otros líquidos—, interactúan para entregar notas redondas en nariz de ciruela pasa, canela, clavos y miel. En boca, la cosa se refresca en una frutalidad típica de Speyside, que se unta con caramelo y jengibre: un deleite.

Experiencias similares de complejidad y sencillez he tenido con Monkey Shoulder —un blended malt— y con el Green Label de Johnnie Walker —otra mezcla de maltas, estas con turba— que se descontinuó en Colombia. Es verdad, sin embargo, que todo lo anterior corresponde a una gama media; espero explorar franjas superiores de mezclas para descubrir sus fortalezas.

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